Las hadas, como el resto de los seres féericos, son alegres, vitalistas, bromistas y juguetonas. Lo complicado es entender para los hombres lo que ellos consideran broma, porque lo que para ellos es una broma divertida, para nosotros puede ser una broma de muy mal gusto. En estos casos nos es difícil entender los motivos de sus bromas pesadas.
El que sean alegres y vitalistas, no quiere decir que no puedan estar tristes, sentir dolor o, incluso, morir de amor. Dicen que la Asrai gemía mientras que el pescador la llevaba a la orilla y, si no, pensemos en la ninfa Calipso, que murió de tristeza por la marcha de su amor.
Hay una idea muy extendida, que sostiene que, como las hadas no tienen alma, no piensan ni sienten profundamente. Puede ser que piensen menos, o que se sobrepongan a las penas antes que nosotros, pero, ¿debemos por eso decir que no piensan o no sufren? No se sabe si tienen alma, pero parece que no, al menos individual, se dice que no conocen el dolor o los sentimientos, Tambien se dice que su pensamiento es más simple o limitado que el de los humanos, pero, ¿por ello debemos afirmar que no sufren? En muchas historias de matrimonio entre hadas y mortales, vemos cómo se pueden enamorar de verdad y sufrir de amor, y también sufren cuando se tienen que separar de sus hijos y abandonan al marido.
Tampoco hay que pensar en unos seres ideales, alegres y bondadosos. Las hadas conocen la venganza, y bien que la utilizan, y conocen el odio y saben defenderse muy bien de los ataques humanos. También es cierto que en principio, sin motivo, no son seres dañinos con el hombre, al menos la mayoría. El problema surge cuando analizamos sus motivos. Para un hombre ir de caza y matar a un venado, no es motivo de ataque, pero para ellas, que protegen sus animalitos, éste puede ser un motivo incluso de muerte, dependiendo del mal humor de las hadas.
¿Pero son peores por ello las Vile? Parece ser que las hadas tienen una gran intuición, y conocen mejor que nosotros mismos nuestras intenciones. Si una Vila reconoce a un hombre de buen corazón le ayudará, y dicen que a las personas sencillas del campo les ayuda en la siembra. Si una Vila se venga de este modo es porque ha visto la maldad en el corazón, y eso no lo perdona.
Como vemos no podemos generalizar sobre la bondad o maldad de las hadas. Hay hadas que por naturaleza son bondadosas e intentarán ayudar al hombre, como las anjanas, las damas blancas, las hadas madrinas, etc. Otras, sin embargo, no es necesario que el hombre le dé muchos motivos para hacerle daño, como las mujeres del Río, que si están las aguas un poco revueltas, corres gran peligro de que estén de mal humor y te ahoguen.
Sin embargo, sí parece que hay algunos patrones en su conducta, ciertos valores que ellas defienden y que castigan si no los cumples.
En su escala de valores, el respeto por la intimidad, la generosidad, el trato respetuoso, la nobleza de corazón y la limpieza son para ellas grandes valores. Por el contrario atacan con severidad el egoísmo, la brusquedad, el mal genio, la mezquindad, la suciedad y los malos modales. Y prefieren la alegría a la tristeza.
En algunos relatos el eje central de la historia es el respeto por la intimidad. En éstos el castigo del mortal llega porque un hombre se pone a curiosear en una fiesta de las hadas, o porque las mira mientras se bañan. Para ellas éste es un motivo más que justificado de castigo. Si a una Lamia te atreves a observarla mientras te bañas, tienes tres días para casarte con ella. Si no lo cumples, la ley de las hadas caerá sobre ti matándote.
La generosidad es otro de sus grandes valores. Valoran si un mortal por la noche, al acostarse, les deja comida, un vaso de leche o vino, también aprecian que al recoger fruta del bosque no se coja toda la fruta, sino que dejemos algo para ellas en el árbol. Si un hombre actúa así, tendrá una racha de suerte inesperada. Si puedes, y te recompensarán por ello, deja cada noche tu balcón limpio para que entren sin mancharse, y en la mesa del salón pon un vaso de leche, un vaso de agua, pan y queso. Es inimaginable la alegría de las hadas. El vaso de agua limpia, aunque parezca una tontería, para ellas es muy importante, porque con esa agua limpia pueden lavar a sus bebés.
A veces ponen a prueba la generosidad y la caridad de los mortales, haciéndose pasar por viejecitos que les piden comida o bebida por el camino. Si el mortal se muestra generoso aún más generosas serán ellas en la recompensa, porque premian el buen corazón de las gentes.
Como contrapartida castigan los malos tratos, la rudeza, la brusquedad. Las hadas odian a los hombres que pegan a sus mujeres. A veces para que un mortal se pueda casar con un hada, el padre pone como condición que no golpee a su hija, porque si no ésta desaparecerá.
Resumiendo sus valores, aprecian la discreción, la hospitalidad, el respeto por la intimidad, la generosidad, la gentileza, la honradez, la limpieza y el trato cortés y respetuoso. ¡Qué grandes valores! ¿verdad? Pero no nos engañemos. No todo es tan simple.
Tienen una moralidad muy estricta, ya lo hemos visto, pero no ven mal el robo, ¡qué tontería! En ocasiones son robos pequeños, como harina para hacer sus bollos, trigo, pero otras veces roban ganado, comida, incluso personas, como niños y mujeres.
También les gusta tomar la leche de la vaca directamente, y se la beben, dejando sin leche al ganadero que por la mañana va a ordeñar la vaca para los suyos.
Hay que decir en su favor que, cuando pueden, intenta devolver lo prestado, y son muy agradecidas, devolviendo más de lo que han cogido o dejando algo de mayor valor en su lugar.
Otra contradicción en ellas es la verdad y la mentira. Valoran en los mortales que digan la verdad y sean sinceros en sus actos, pero muchas de ellas no siempre dicen la verdad, a veces por juego. Para comprender a las Lamias hay que saber que dicen lo contrario de lo que piensan, y que dicen sí cuando quieren decir no. En ocasiones es por confundir a los hombres. No mienten, pero les gusta el lenguaje equívoco, pero, ¿es o no lo mismo?
También puede chocarnos a los hombres su modo de agradecer. En ocasiones, cuando un mortal se porta bien, se ven ampliamente recompensados, por ejemplo con trigo. El problema es que a veces te devuelven tu trigo cogiéndolo de tu vecino, creando con ello en el mortal cargos de conciencia.
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