10 feb 2011

Naturaleza de las hadas

Cuenta la tradición que las hadas han estado siempre vinculadas al medio natural. Por esta razón son seres de energía pura o materia sutil, y de ahí surge su capacidad de transformación. Y es que la hadas pueden adoptar cualquier forma corpórea de su entorno, desde una semilla de flor o un animal a un complejo paisaje como un río o una montaña.



Cuando toman aspecto humano pueden ser varones o mujeres, aunque prefieren adoptar ésta última forma, como bellísimas jóvenes que pueden alterar su tamaño a voluntad. La tradición suele presentarnos a las hadas con una piel muy clara, casi blanquecina y, a veces, chispeante, lo que les da ese marcado aire sobrenatural. A menudo, llevan varitas mágicas y alas transparentes, que en realidad no necesitan para volar ni para aplicar sus artes mágicas, pero la imagen se acomoda a la creencia que los hombres tienen de ellas.

En un principio, su poder les permitía proteger y otorgar favores a los recién nacidos, pero a través de los siglos este poder se ha ido haciendo extensivo a todos los seres humanos en general, entre los que desempeñan la función de guardián o destino, muy parecida a la de los genios tutelares de Oriente o los " daimon " de la cultura griega.
Por lo general, las hadas son seres benignos, aunque en ocasiones pueden ser peligrosas para los seres humanos. Las hadas suelen estar asociadas a los cuatro elementos básicos de la naturaleza, que les confieren sus distintas cualidades y, en ocasiones, su sexo, pues las relacionadas con el aire y el agua suelen ser femeninas y las vinculadas a la tierra y el fuego, masculinas, aunque existen muchas excepciones.

Las hadas de las aguas viven en ríos, lagos, mares y hielos, he incluso en el agua corriente de las casas de los seres humanos, mientras que las de los aires se encuentran en todas partes, puesto que el viento las lleva de un lugar a otro. Las hadas de la tierra habitan en las montañas, los bosques, la arena de las playas, en los campos sembrados y en los jardines, pueden vivir, incluso, en el polvo doméstico y en las macetas de las plantas. Finalmente, las hadas del fuego se mueven en cementerios, desiertos, iglesias en ruinas, volcanes y, por supuesto, en todos los lugares donde haya un fuego ardiendo.

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