Fue una sentencia absurda,
rotunda y contundente.
Dijeron que las hadas,
no eran como la gente.
Que no podía verlas,
hablarles o tocarlas.
Que sólo eran de cuentos y
no debía aguardarlas.
Que por más que buscara,
entre rosas y jazmines,
las hadas no vivían
ocultas en los jardines.
Y que mi idea vana
de las pequeñas cosas,
no hacía que las hadas
se volvieran mariposas.
Pero no he de creer
lo que me están diciendo.
Si no existen las hadas,
¿Por qué estoy escribiendo?
Dijeron que las hadas,
no eran como la gente.
Que no podía verlas,
hablarles o tocarlas.
Que sólo eran de cuentos y
no debía aguardarlas.
Que por más que buscara,
entre rosas y jazmines,
las hadas no vivían
ocultas en los jardines.
Y que mi idea vana
de las pequeñas cosas,
no hacía que las hadas
se volvieran mariposas.
Pero no he de creer
lo que me están diciendo.
Si no existen las hadas,
¿Por qué estoy escribiendo?
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