La creencia que atribuye a las hadas el secuestro de recién nacidos mortales que sustituían por sus propios retoños se refleja en numerables relatos folclóricos.
Semejante práctica tenía explicaciones para todos los gustos: los niños hermosos y rubios contribuían a mejorar la raza de las hadas; los niños mortales reemplazaban a los de las hadas como tributo al infierno; o bien, las servían como criados cuando fueran mayores. Cuando nacía un niño, se tomaban todo tipo de precauciones para evitar que se lo llevaran las hadas. El peligro era extremo hasta que se bautizara a la criatura o, según otras leyendas, solo hasta que se estornudara por primera vez, por lo que existían multitud de conjuros capaces de salvaguardarlo en el interin de las sobrenaturales secuestradoras.
En algunas casas, se procedía a cerrar con llave todos los armarios y cajones “pues, al menor descuido, las hadas se cuelan en casa y se esconden en los cajones y las alacenas”. En algunos lugares, sumergían un carbón al rojo vivo en el baño de la criatura y, una vez vestido, le daban tres vueltas cabeza abajo, lo bendecían y lo sacudían tres veces para evitar estos secuestros por parte de las hadas.
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